El agua, que es el elemento que ha cogido y acunado al bebe durante el embarazo, representa, también después del nacimiento un valioso estímulo para su desarrollo. Durante el baño, mientras el pequeño se divierte y chapotea con las manitas, revive momentos de fusión con el líquido amniótico y, al mismo tiempo empieza a darse cuenta de que posee una superficie corporal, bien delimitada por la "barrera" cutánea. De esta manera gracias sobre todo a los estímulos sensoriales, se inicia el proceso de diferenciación entre sí mismo y el mundo exterior.
Sin embargo, este amor por el agua no siempre se traduce en una autentica afición; con el tiempo, muchos niños pierden la espontaneidad a la hora de bañarse, se muestran cohibidos, le temen. Este es un buen motivo para inscribir al niño en un curso de actividades acuáticas. Los instructores le ayudaran a que se sienta a gusto flotando, una emoción difícil de explicar, que solo se vive cuando el pequeño se deje llevar.